jueves, 29 de julio de 2010

UNO PARA TODAS


La noche empezó rarita. Quizá fuera la influencia de la temperatura estival, y ese vientecillo que ya huele a verano, a terrazas abarrotadas y a aftersun nocturno, pero estábamos todos revueltos. Esas traicioneras fotos del día siguiente vienen a darnos una no solicitada sobredosis de realidad en forma de rímeles corridos, ojos inyectados en sangre y excesos de confianza junto a perfectos desconocidos, espontáneos que saltan al ruedo de la noche con el sano objetivo de restregar la cebolleta.

El caso es que el momento exaltación de la amistad se llevó hasta las últimas consecuencias esa noche. Una amiga nos invitó a su casa a celebrar la versión golfa de la fiesta del pijama, algo así como la fiesta del salto de cama: una deliciosa cena oriental home-made aderezada con estupendos vinillos. Para los postres ya habíamos contado con pelos y señales nuestras últimas experiencias con el sexo débil.

Este es un ritual de exhibicionismo que a las mujeres nos encanta practicar, ideal para desquitarse del último gatillazo (Léase “Llámame DAPHNE”: Damnificada por Homo No Erectus) o para poner verdes de envidia y algo cachondas a las amigas con el relato pormenorizado de alguna aventura sexual de esas que hacen historia. También es el momento de liarnos la manta a la cabeza e invitar a ese vecino cañón del que tanto habla la anfitriona a tomarse un chisme rodeado de ninfas.

Allá que va la dueña del piso junto con la más osada a traerle a sus amigas un regalito para la vista.
-       ¿Sí? ¡Ah!, hola…ehm…
-       Amanda. Nos conocimos la semana pasada, en el ascensor. El caso es que tengo a mis amigas cenando en casa, les he dicho que eres un pibón y no se lo creen, las tías.
-       ¿Ah, sí? Ja ja ja (risa tímida).
-       ¿Te apetece pasar un momento? Hay güiji y ron.
-       Es que estaba liado, tengo una cosa en el fuego.
-       ¿Cocinando y sin mandil? No cuela. Hala, te esperamos en cinco minutillos. No me dejes mal…

Esto último lo dice mi amiga mientras le lanza La Mirada Zorrúpeda, una caidita de ojos infalible que toda mujer debería tener entre sus estratagemas de seducción.

Muertas de risa, volvemos a la casa y anunciamos que el vecino –buena percha, camisa de marca y pelito engominao estilo señorito andalú-, llegará en cinco minutos. Aquí es cuando al vecino le llega con claridad a través del delgado tabique un repentino griterío de gatas en celo, algo así como el equivalente a la celebración masculina de un gol de la Eurocopa.

El baño, hasta entonces relegado a las tareas más sufridas, pasa a ser la estancia más solicitada del hogar: cinco mujeres se amontonan frente al espejo, retocando eyeliners, dándose unos brochazos de blush aquí y allá, frunciendo morritos para aplicarse el gloss y levantando una ceja seductoramente para evaluar el resultado. Hay tensión. Sin decirlo, todas pensamos lo mismo: que gane la mejor. 

El vecino, ajeno al alboroto que está causando, quita con el bajo de la camisa unos restos de polvo de la botella de champán que porta en la mano. Después de llamar al timbre, expectante y algo divertido, escucha un ruido que sólo podría definir como una estampida de ñúes: el sonido de cinco pares de tacones de aguja corriendo sobre el suelo de tarima para colocarse naturalmente en sus sitios. Cuando entra el vecinito, “aquí no ha pasado nada”.

Un tipo que se atreve a acudir como único macho a una reunión de cinco locas sexualmente liberadas, merece todos mis respetos. Por supuesto, sé que ninguna tiene nada que hacer estando yo –mi sex-appeal se ha demostrado imbatible en numerosas ocasiones-. La ausencia de un desafío competitivo me aburre mortalmente, así que pensé que podíamos jugar un poco y compartirlo como buenas amigas.

La vida aún es capaz de traerme agradables sorpresas: él se muestra totalmente receptivo y no se amilana. En este punto me veo obligada a hacer un paréntesis. Existe un mito acerca de que retozar con unas cuantas es el sueño dorado de cualquier hombre. Pero enfrentarse a un sueño hecho realidad requiere una buena dosis de pelotas, si me permitís tan masculina expresión. Me he encontrado con hombres que al hallarse en presencia de una sola mujer con sus prioridades claras, han bloqueado sus receptores de erotismo y acometido una estrategia de “abortar plan, repito, abortar plan”. Yo lo llamo el Síndrome del Reculamiento Súbito.

Comprended mi emoción cuando vi que el vecinito –dejémoslo así, es mucho más sexy que saber su nombre- entraba al trapo como los miuras. Pusimos sobre el tapete las opciones clásicas de cualquier fiestuki cachondona que se precie y ganó por goleada el juego del hielo. Como sabéis, este refrescante jueguecito- excusa de innumerables morreos que nunca se hubieran producido en otras circunstancias- consiste en pasarse un hielo con la boca sentados en círculo. Pierde el que ve derretirse el hielo en su boca. En la versión tradicional, el perdedor bebe. El vecino sugirió quitarse una prenda. Un crack.

Veinte minutos después, bebíamos champán en los Sacha London de la anfitriona, una cucada en tela vaquera con lunares blancos, dejándola con un solo zapato como última prenda… a no ser que estuviera dispuesta a quitarse la ropa interior.

Como en una ruleta rusa, en el juego de las prendas sólo resisten los psicológicamente más fuertes. Las más recatadas se dieron a la fuga tras quedarse en pelés y ante la amenaza de pasar a mayores, pero al macho bravídor no había quien le tumbara. Sentados a la mesa e iluminados por un halo de luz lleno de humo, como en una partida de póker ilegal, sólo quedamos el vecino –al que sólo le separaban del desnudo integral unos irresistibles Aussiebum negro brillante como unos rockies de boxeador-, la anfitriona -vestida con un cigarrito More ultrafino y un solo tacón- y la que suscribe.

Deposité mi penúltima prenda –mi inseparable alianza de plata- encima de la mesa y me levanté muy despacio, para no tropezar con las prendas caídas. Subida en mis tacones, aún alcancé a decir algo antes de desaparecer tras la puerta que daba acceso a las habitaciones. Si tardáis mucho en venir, no me esperéis despierta.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Si tienes algo que decir, habla ahora o calla para siempre.